Hace mucho que oímos hablar de la transformación digital, de hecho es un concepto que casi puede sonar anticuado. La realidad es que hablar de digitalización es hablar de cambio constante. Un escenario que no debe tomarse como un fin en sí mismo, sino como un viaje que va más allá de integrar herramientas, pantallas o inteligencia artificial: se trata de un viaje de transformación cultural.
En este contexto, las organizaciones deben ser capaces de anticiparse y adquirir esta transformación constante para continuar siendo un referente. Y es que la clave para un negocio sostenible en un contexto altamente competitivo y de rápidos cambios sin duda pasa por un planteamiento de su ecosistema desde una mirada digital, tanto interna como externamente.
Sin embargo, aunque la transformación digital está en la agenda de muchas compañías, asumir estos cambios puede ser todo un reto, sobre todo si no se empieza por lo más esencial. Entonces, ¿por dónde empezamos?
Hacia una cultura empresarial digital
Si algo tenemos claro en Ready for People es que el ingrediente secreto de cualquier compañía son sus empleados: desde los resultados, la productividad, la innovación y el crecimiento; todo depende del talento. Y ahí es donde empieza la transformación, desde las personas. Así, el primer paso es la apuesta y compromiso hacia una cultura digital.
La cultura de una organización es su ADN: define la esencia, valores, su valor diferencial y aquello que le confirma a los empleados que están en el lugar correcto. Va más allá de la forma en cómo se trabaja: nos habla de hábitos, actitudes y relaciones.
Así, confirmamos que transformación digital y cultural van de la mano y que la digitalización va más allá de introducir una nueva tecnología. Va de visión y liderazgo. Significa crear una cultura que englobe el cambio tecnológico potenciando el factor humano y mostrando empatía hacia las personas y los procesos.
Consejos para construir una cultura digital
El primer paso será definir una visión digital de tu empresa, función o departamento: ¿qué queremos conseguir? ¿Qué es prioritario? Este será el punto de partida para extraer objetivos claros y una hoja de ruta estratégica y factible.
Una vez definida la visión y la hoja de ruta es importante compartirla con todos los colaboradores. En el inicio de un cambio es básico que todos entendamos el “para qué” hemos de cambiar, qué beneficios nos aporta hacer las cosas de forma diferente. Implicando a los “usuarios” desde el primer momento seguro que tendremos feedbacks super valiosos que nos ayudarán a ajustar aspectos importantes y hacer el proceso de transformación más ágil y eficaz. Además la implicación favorecerá la motivación y predisposición al cambio.
También es importante establecer indicadores que permitan ir auditando el éxito de cada etapa y que iremos comunicado con frecuencia. La comunicación interna es clave desde las primeras etapas.
Una vez tenemos claro los objetivos a alcanzar, es imprescindible facilitar a los equipos y a la compañía de todos los recursos necesarios para lograr la transformación digital, así como definir a las personas clave que funcionarán como líderes y portavoces de todo el proceso. Los recursos no solo son las herramientas sino la formación que es indispensable.
Identificar a agentes o embajadores del cambio en la organización puede ayudar mucho. Y no tienen porqué ser los managers. En este tipo de transformación tenemos tendencia a poner toda la responsabilidad en los managers que acaban cargando con todo “peso” del cambio como algo añadido a su responsabilidad. Ser líder del cambio no implica automáticamente ser manager. Identificar aquellas personas en la organización que creen en el proyecto, están motivadas y tienen el liderazgo para movilizar al resto de personas va a ser básico. Identificar, empoderar y reconocer a los embajadores del cambio en la organización es una de las claves del éxito.
Tal y como hemos afirmado, el motor de la transformación digital de una compañía son los equipos. Así, una parte imprescindible del plan de cultura digital será definir espacios de comunicación, innovación y desarrollo que permitan a los empleados informarse, formarse e involucrarse en todo el proceso. Como comentábamos arriba la involucración continua de las personas es básica, a través de fórmulas que nos permitan ajustar de forma ágil durante todo el proceso.
Es importante entender que se trata de un work in progress constante y que, por lo tanto, las dinámicas de desarrollo también deberán serlo. Así, será imprescindible ofrecer una formación continua y espacios de desarrollo non stop que tengan un impacto en las personas. Que involucren desde una mirada empática, creativa y real.
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